Pesadillas

Las peores pesadillas son las que se viven despiertos.
Las pesadillas que sufrimos cuando dormimos, esas se desvanecen cuando despertamos. Pero las peores, las que más duelen, las que ahogan, las que asfixian y de las que no podes escapar, son esas que vivís con los ojos abiertos. De las que no podés despertar, porque ya estás despierta.
Son esas pesadillas que no se quedan prendidas de la almohada, se levantan y van con vos, como tu sombra. Son las que te persiguen y te pesan como una cruz sobre la espalda.
Las pesadillas reales, son esas a las que no podemos hacer oídos sordos. No podemos mirar para otro lado. Porque esas pesadillas, somos nosotros mismos. Y no se puede huir de uno mismo.
La única manera de salir de una pesadilla, es despertar... DESPERTAR, SI! Hay que despertar a la vida, no importa cuanto tome, hay que pelear todos los días por despertar. Hay que enfrentar a la pesadilla. Cuando nuestros temores ven la luz, descubrimos que el miedo no vale nada.

No nacimos para vivir con miedo, no nacimos para ser perseguidos y consumidos por una pesadilla. Nacimos para vencerla, cueste lo que cueste, de eso se trata la vida.
La vida, se trata de llegar a la muerte, con la tranquilidad de haber destruido las peores pesadillas, para que no nos persigan por la eternidad.
La muerte es sólo una parte más de la vida. No es el fin de nada, y si no destruimos nuestras pesadillas, nada va a cambiar, sin importar cuan lejos vayamos. Ni siquiera importa si nos vamos de la fría mano de la muerte.
Tan cerca de la muerte y tan lejos de la vida. La muerte y el frió hálito que te hace entender, qué es lo que vale la pena. Gracias muerte amiga.
Sigo sin querer intentarlo, pero te lo prometí abuela.